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Narrativa

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GENTE COMUN. Entre los cocos
 

Jueves 6 de febrero de 2020.

En la Isla del Bosque no pasa nada hasta que ocurre y ocurrió. Aunque el nombre del caserío puede llevar a imaginar un lugar paradisiaco, la verdad es que ni es isla ni hay bosque: ahí lo que priva son chozas de pescadores, cocos, tamarindos y mangos.

El calor costero y la arena ardiente obligan a una vida taciturna, lenta. Los silencios sólo son rotos por el canto de algún gallo, el rebuzno asnal o los gritos vecinales que maldicen, mientan madres a la menor provocación o llaman a los chicos o niñas que se meten en todos lados: “¡¡Chooooofi!!, ven para’ca, cabrona”.

Como la vida transcurre de esta manera en Isla del Bosque, los eventos que se salen de esa monotonía se integran al imaginario y a los recuerdos colectivos que sirven para amenizar una conversación, evocar personajes locales muertos o logros colectivos como cuando los pescadores le ganaron una partida de futbol a los payasos del Circo Horrín, y pudieron, así, entrar todos los niños y ancianos a la última función de los trotamundos.

Como leyenda, cuentan la ocasión en que todo el pueblo comió ballena, cuando encontraron a un cetáceo varado en la playa y como no lo pudieron ayudar a regresar al mar, se lo comieron; las funciones de cine al aire libre son otra fuente de anécdotas compartidas por los múltiples accidentes que suelen ocurrir ahí como electrocutados, incendios y las caídas en los pozos que suele haber en los corrales en donde se proyectan las películas.

La más reciente anécdota popular es la de Trino y su esposa Engracia, aunque eso de reciente es totalmente relativo pues de eso hace ya más de un año y medio.

Trino es, como la mayoría de los habitantes de Isla del Bosque, pescador y agricultor, mientras que Engracia es comisaria ejidal; ambos son de piel tostada, no muy altos, como casi todos los costeños mexicanos. Lo que los distingue es la diferencia en el carácter: mientras que Trino es callado, taciturno, tranquilo, de pocas palabras, Engracia es parlanchina, muy activa e irascible, hasta cierto punto. Eso le ha valido ser reconocida como líder en la comunidad.

El día del hecho memorable, los esposos salieron a trabajar cada uno en su actividad: ella en el comisariado y Trino con su compadre Gerardo al sembradío de chiles. Regresaron temprano y Trino invitó las cervezas en su casa. Como a las tres de la tarde Trino fue por algo qué comer a la cocina y cuando regresó, Gerardo se acariciaba el miembro por encima del pantalón. Trino no dijo nada y sólo dejó sobre una caja de madera un plato con cocos partidos, con chile y limón.

Estaba evidentemente turbado y no encontraba cómo reiniciar la conversación, mientras su compadre continuaba en la acción casi masturbatoria; Trino, después de un momento de indecisión, se acercó y lo empezó a besar en la boca.

Lo empezó a besar en la boca, justo en el momento en que entraba Engracia. ¡Imagínense la acción –solían decir cuando alguien recordaba el suceso--, en pleno “agasajo” y entra la mujer! ¡Vaya suerte de bato!

Cuentan que la gritería de Engracia se escuchó por todo el caserío y que, a pesar del intenso calor, los vecinos salieron a ver cómo Engracia, enarbolando un machete, perseguía a Trino y al compadre, al grito de “pinches jotos”.

Es evidente que todos en el pueblo saben el final de la historia, pero cuando los extraños preguntan cómo terminó el asunto, la gente se pone sería y dice:

--¿Pues cómo habría de terminar? Siguen juntos como si nada. A veces Engracia lo cuenta como chiste y sola se ríe.

© 2019 Rafael Orozco Flores. Creado con Wix.com

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