Los tiempos que vivimos

Los prohombres de la patria tomando sana distancia
Las señales de AMLO
Lunes 6 de abril de 2020.
La semana pasada escuché y leí comentarios en relación a los términos reales de los mandatos presidenciales, más allá de los plazos para los que cada uno de los presidentes hayan sido electos. Los señalamientos ponderaban cómo un acontecimiento determinado marcó el fin de las administraciones presidenciales aunque siguieran pateando la pelota hasta los plazos constitucionales. Así por ejemplo el asesinato de Colosio y el escándalo de la llamada Casa Blanca y los estudiantes de Ayotzinapa, marcaron, en los hechos, el fin de la administración de Salinas y de Peña Nieto, respectivamente.
Con el llamado culiacanazo, muchos estimamos que se había terminado la administración de la 4T, aunque de manera más contundente ha sido el encuentro cordial con la madre de Joaquín Guzmán Loera: “No te bajes –le dijo–, no te bajes. Ya recibí tu carta”. El video ha circulado profusamente en redes (solamente en el portal de Youtube de Milerio, ha sido visto hasta en 263 mil 931 veces, a la fecha)
Después de las reacciones en redes sociales, Jiménez Espriú, aseguró que era un video viejo (viejo o nuevo, tenía –tiene– el mismo valor informativo) y fue el mismo presidente quien en la mañanera del lunes aceptó haber saludado a la doña, dando como explicación que por “humanidad” la había saludado “merece mi respeto”, dijo. Las señales que manda no son nada aceptables, viniendo del presidente de la República. Ciertamente doña Consuelo Loera es respetable como ser humano, pero representa –al beneficiarse de las actividades ilegales de sus hijos y nietos– algo negativo que no es respetable. Y no es que “los conservadores hicieron un escándalo” de la nada. No. El presidente se habla de tú con la familia de uno de los hombres que, por decir lo menos, ha envenenado la vida de muchos jóvenes. Esa es la gravedad de la señal.
Días después, en el micrófono de Palacio Nacional, pidió a sus “adversarios” que le bajaran una rayita y solicitó tregua por un mes. La propuesta no esperó a que fuera aceptada por los molinos de viento que el primer mandatario tiene en la mira como sus enemigos, porque al otro día, en la mañanera, volvió a arremeter contra los neoliberales y neoporfiristas, echando, él mismo, por tierra, la tregua que un día antes se le ocurrió.
Y volvió a mandar señales contrarias a la democracia, el domingo pasado, en lo que él denominó “informe”. Había anunciado que ahí daría a conocer un plan de reactivación económica para resarcir los daños en esa materia, causada por la crisis del coronavirus. Fue inútil esperar un sesgo republicano, a la altura de las circunstancias. Yo no me sentí representado por Andrés Manuel López Obrador. No le habló a la nación. No le habló a mi hija de trece años. Mandó señales de sectarismo, intolerancia y confrontación. Le habló a los que votaron por él. Yo no voté por él, pero desde que asumió el poder ejecutivo lo reconozco como el presidente del mi país. Cuando escribo no me refiero a él con los múltiples apodos que la gente le ha acomodado. Lo menciono por su nombre o su cargo.
A casi dos años de su triunfo electoral y a más de un años en la administración federal que encabeza, Andrés Manuel López Obrador, para mí, se ha encargado de sabotearse a sí mismo. Por su arrogancia o incompetencia, perdió una oportunidad que como Jefe de Estado dejó pasar. Cuando habla de que la crisis de salud le cayó como anillo al dedo a la Cuarta Transformación y no pondera en su discurso un mensaje incluyente, sino de confrontación y de poca altura de miras y se pierde en datos sobre el número de camas, en que es una enfermedad que se cura en casa y pondera la dádiva de dinero como motor de la recuperación económica e insiste en sus proyectos, porque es terco…. Nos ha perdido. Las señales que manda el presidente es la del hombre de la plaza que abraza a sus 30 millones de votantes, pero escupe al resto de votantes; que dice poner primero a los pobres y los estanca ahí en la pobreza con dinero que si bien les puede alimentar unos días, los condena y los hunde más. Seguramente exagero, pero las señales que recibo es que este gobierno se ha terminado y que López Obrador no será, como es su sueño, el mejor presidente de México.