Narrativa

4/5 Tiempos de Covid-19. Cuento en tres actos, 56 párrafos, un epílogo y tres puntos suspensivos.
Sábado 13 de junio de 2020.
PRIMER ACTO
LA MAÑANERA DE ESE día había estado espectacular como nunca. A sugerencia de Jesús, Lord Molécula le preguntó si creía que las benditas redes sociales podrían derrotar a los enemigos de la 4T en las elecciones de 2021, a lo que el presidente había contestado que ¡¡¡indudablemente!!!!; que las redes eran un mecanismo que había empoderado a los ciudadanos para quitarles el monopolio de la información a los medios corruptos. Le dio el pretexto para hablar contra Reforma y El Universal y lanzarse a la yugular de Loret, Gómez Leyva y otros, y ensalzar el periodismo de La Jornada y de Carmen Aristegui a quien dijo respetar, pero que había perdido la brújula. Habló de la carta que Madero le envió a Pino Suárez advirtiéndole de la prensa fifí, unos días antes de sus sacrificio y de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos, destacando la parte en que dice La Sagrada Biblia: “por que en Él la justicia de Dios se descubre de fe en fe; mas el justo vivirá por la fe”. Todo eso y más, dijo en su respuesta de 26 minutos y 35 segundos, al hombre del bigotito ridículo.
AMLO se sentía pues, contento y mientras hacía el recorrido del salón Tesorería al despacho presidencial, platicó con Marcelo –que había estado en la mañanera- para que viera lo de su gira a Estados Unidos y organizara una reunión con alguna comunidad migrante para agradecer la ayuda que dan al país con sus remesas.
Marcelo dijo simplemente “Sí, señor presidente”, haciendo una reverencia que para su desgracia pasó inadvertida para el primer mandatario, que se distrajo un momento para despedirse de su esposa.
En la antesala de su despacho se despidió de Marcelo y de Jesús, que se había mantenido cinco pasos atrás del presidente y del secretario.
Para su sorpresa, inusualmente el lugar estaba casi vacío. Saludó de beso a su secretaria Guadalupita a quien pidió el cafecito de las 9:30, con un bolillo. Guadalupita dijo servicial que “con todo gusto” y le anunció que en su oficina lo esperaba su papá.
—Pero si mi papá murió hace años.
—Pues no se —dijo Guadalupita un poco turbada—, eso me dijo y como se le parece, pues no dudé y lo hice entrar para que no estuviera en público.
El señor presidente se mueve casi sólo en Palacio, pero pidió a su joven ayudante que entrara con él.
ACTO DOS
Entró el presidente y su ayuda. En la silla y escritorio presidenciales, en efecto, estaba su papá. AMLO corrió a la joven que lo acompañaba, pidiéndole que cerrara la puerta y que diera instrucciones de no ser molestado, ni por Gatell.
—¿Quién eres? —dijo tranquilamente—. Se que no eres mi padre, aunque te le pareces. ¿Eres un espíritu maligno o benigno?
—Adivina —contestó secamente el individuo aquel—.
—¿Eres Benito Juárez?
—No.
—¿El presidente Madero?
—No.
—¿Cárdenas?
—No. Hacía mi recorrido de rutina por los hospitales. Con el coronavirus el trabajo se ha incrementado como no te imaginas. Mucho trabajo aquí, allá y acullá.
—¿Vienes por mí? ¿Me voy a morir de Covid-29?
—No es 29, es 19. Y no, no te vas a morir de Covid. Te quedan todavía como quince años de vida. No te preocupes. Verás los cambios de la Quinta Transformación…
—Ahora eres tú quien te equivocas: es la cuarta, la 4T —dijo orgulloso AMLO.
—No me equivoco —señaló aquel hombre que se parecía al papá de Andrés Manuel López Obrador—. Verás la Quinta.
—Bueno y, ¿qué haces aquí, en palacio? —dijo con un dejo de tristeza.
—Sólo una visita —comentó mientras se echaba para atrás en el sillón presidencial—. Aunque sabía de ti, en los hospitales se México se está hablando mucho de “AMLO”, no precisamente bien, por cierto. Así que quise hacerte una visita de cortesía.
—¿Van a morir muchos? —se atrevió a preguntar Andrés Manuel López.
El que era idéntico al papá de AMLO frunció la boca como con asco y asintió con la cabeza.
—Sí —murmuró finalmente—. Me temo que la cuenta de Gatell puede llegar a seis cifras.
—¿Tanto? —preguntó sorprendido—. Los conservadores nos dejaron un sistema de salud por los suelos y…
—Párale, párale. Eso a mí no me importa. Eso es para tus mañaneras que les dicen.
—¿Cómo puedo salvar a mi pueblo?
—Las cuestiones políticas son de ustedes los humanos. Yo voy directo a lo mío.
—¿Morirá alguien de mi familia?
—Nuevamente me temo que sí.
—¿Cuántos años tienes? —preguntó casi en un murmullo, el presidente de los Estados Unidos Mexicanos.
—¿Qué? ¿Quieres saber mi edad?
—Sí. Tengo esa curiosidad.
—Es ociosa tu pregunta.
—Nunca descansas, como yo.
—Descansar, descansar, no. Pero me tomo mis tiempitos, dirían ustedes los mexicanos “tiempitos”.
—El pueblo de México es sabio, tiene cultura y eso nos ayuda. Muchos escritores mexicanos famosos han escrito sobre ti, como Bruno Traven, Carlos Fuentes e Ignacio López Tarso.
—B. Travén no era mexicano —comentó aquel a quien dejó pasar al despacho presidencial la secretaria Guadalupita—. ¿Sabes qué AMLO? Como lo planteas, me voy a tomar unas vacaciones en México.
—¿Y la pandemia? —se atrevió a preguntar a quien eligieron más de treinta millones de votantes para que fuera su presidente.
—Puede esperar. Los que han de morir de Covid, van a morir y los que no, no. Así nos entendemos, ¿no?
EL ACTO QUE SIGUE
Por dos días, la conferencia de la tarde-noche de Gatell se vio un poco alterada por la presencia de Andrés (como le llaman sus íntimos). Las gráficas que ilustraban la sesión, antes de las preguntas cómodas y las respuestas más cómodas, mostraban una baja sustancial a cero. Aunque el volumen de las personas contagiadas aumentaba escandalosamente, los reportes de nuevos fallecimientos era cero. Ni Andrés Manuel López-Gatell ni Hugo López Obrador tenían una respuesta, menos el secretario de salud que, con los brazos cruzados sobre el pecho, dormía plácidamente.
Otro López, el Dóriga, manoteaba en su mesa de trabajo y se hacía eco de otros periodistas corruptos y chayoretos diciendo que “el gobierno federal esconde las cifras” y no, en este caso, no las escondían, por dos días, en efecto, no hubo muertes.
. . .
EPILOGO
Lo que ocurría en México con los muertos de la pandemia colocó al país en el foco de atención mundial. Ni The Washington Post, The Guardian, Le Figaro o El País daban crédito a las cifras. Notas y editoriales de todos los colores lanzaban las más imaginativas hipótesis de lo que había pasado en México.
Los representantes de esos medios, así llegaron a una mañanera. Tras chutarse el “quién es quién en las gasolinas” y los dos videos del “Felipe Ángeles” y “Dos bocas”, llegó el espacio de preguntas y respuestas. El presidente dio la palabra, a sugerencia de Jesús, al representante de The Washington Post, quien pidió que le explicaran qué había pasado con los muertos de dos días seguidos que no se reportaron.
A la pregunta, el presidente dijo secamente y con la sonrisa de medio lado que encanta al pueblo sabio: “no se reportaron muertos, porque no hubo fallecimientos en dos días seguidos en todo el país”.
La acometida de los informadores era implacable. Todos gritaban tratando de que su pregunta fuera contestada, aunque en realidad era la misma: qué pasó.
—En México las cosas ya no son como antes —empezó a decir—. Desde que nosotros llegamos al Poder y dimos término a los más de 30 años del neoliberalismo, las cosas están cambiando. La Cuarta Transformación que impulsamos con el apoyo y la simpatía del pueblo, de la base de la pirámide —dijo mientras hacía en el aire la forma piramidal y señalaba la base de ella—. . .
Con la angustia y la desesperación de los reporteros que colmaban el recinto sin respetar la otrora sana distancia, López Obrador habló se las economías de mercado, del nuevo modelo para medir la felicidad que él propondría al mundo, en lugar del PIB, etc. Finalmente dijo que él contuvo por lo menos por dos días la mortandad, gracias a sus protecciones que siempre lleva consigo y sacó de su saco, trabajosamente, dos estampitas y un trébol de cuatro hojas.