Medios de comunicación

Para entender a la 4T.
Lunes 3 de febrero de 2020.
Quisiera en un par de entregas exponer algunas ideas que, desde mi perspectiva, mínimamente nos ayuden a entender el modo en que nos ubicamos como entes políticos, no necesariamente por la 4T, porque va más allá de eso, es general, pero con ello sí el momento político de la llamada Cuarta Transformación, a la que aspira el presidente López Obrador.
Si hoy mismo nos “echamos un clavado” al Facebook, podremos constatar el grado de virulencia y agresividad que se mueve en esa red social. Lo que yo veo, es mi experiencia, son los calificativos de “inepto”, “mentiroso”, etcétera, y la proliferación de memes en el mismo sentido. La pelea es entre simpatizantes y antagonistas a las políticas de AMLO y el debate (que evidentemente no es tal), se mueve sólo en el nivel de las emociones.
Yo quisiera, a manera de ejercicio, desmenuzar el asunto como se hace sobre una obra de arte. Para algunos, el análisis se establece a partir de cuatro parámetros: el emocional, el argumental, el simbólico y, finalmente, el técnico.
Empiezo por el emocional. Hace algunos años, durante la gira proselitista por la presidencia de la república en Morelia, del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas realizó uno de sus mítines en la Plaza Melchor Ocampo. Ahí estaba yo tomando algunas fotografías para Presencia de Los Reyes. Me movía entre la multitud tratando de buscar un buen ángulo. Enfocaba al ingeniero y junto mío estaba una anciana, de poca estatura, que le decía a un joven que la acompañaba: “Quiero ver al candidato; quiero ver al hijo del Tata”. Honestamente no pude más que conmoverme ante el deseo de una persona mayor que quería ver, aunque fuera a la distancia, al hijo del mítico Tata Lázaro.
Sin que hable peyorativamente para la persona de referencia, ese es el primer nivel en el que nos manifestamos políticamente, en el nivel emocional. En ese nivel caemos todos, inexorable e irremediablemente: morenistas, priístas, panistas y, hay que decirlo, los sin partido (que somos muchos). Ahí la víscera predomina.
Otro nivel es el argumental: cuál es el discurso o la narrativa, que suele apelar un poco a la razón: la corrupción, la seguridad, el desarrollo económico, la cultura (aunque siempre aparece como relleno).
El tercer nivel es el simbólico que de alguna manera agrega, a esos rasgos argumentales, elementos propagandísticos, en donde en el mejor de los casos se concentran en frases mercadológicas, mientras que en el peor, viene la construcción de símbolos que apuntalan en discurso: el pueblo bueno y honesto, por un lado, que se contrapone a los enemigos fifís, prianistas, corruptos (con nombre y apellidos).
El cuarto nivel es igualmente de interés y que es el técnico. Su característica es la razón y trata de responder a las preguntas ¿cómo?, ¿dónde?, ¿con qué recursos? Este nivel es en mucho operativo: pensemos en el INSABI, en las oficinas del bienestar y tratemos de contestar esas y otras interrogantes.
Y en toda esta ecuación o proceso, según lo queramos ver, no aparece en la realidad un elemento fundamental: la ética. AMLO habla de moral, pero no de ética, que es la base para la construcción de una ciudadanía responsable.
Es pedir mucho que la política se mueva en el nivel de la ética, cuando es una de las carencias fundamentales de la educación y la formación cívica en México.