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Los tiempos que vivimos

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La sonrisa presidencial de medio lado
 

Lunes 9 de marzo de 2020.

En una de las campañas presidenciales del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, alguien le preguntó que por qué no sonreía, que cuál era la razón para que siempre estuviera serio. La respuesta fue contundente, aunque en su momento me pareció un poco exagerada. Dijo el ingeniero “porque las cosas no están como para sonreír”, aún y cuando es una constante en el político la seriedad en su rostro; sin duda ríe, pero es más bien serio.

No pasa lo mismo con el presidente López Obrador que en sus mañaneras generalmente saluda cordialmente a los que asisten a ese evento. El “Buenos días” va acompañado con alguna expresión jocosa que arranca risillas a los presentes. Esa es una conseja que recomiendan los asesores de comunicación política: iniciar con algo que neutralice cualquier animadversión que tenga su interlocutor, lo que hará el encuentro menos tenso y más llevadero, al generar un ánimo de identificación aunque sea provisional. Por lo que me doy cuenta, López Obrador eso lo tiene muy interiorizado y así arranca todos los días. A diferencia del ingeniero Cárdenas, el presidente sonríe mucho. Si bien es cierto que no son pocas las ocasiones en que su expresión corporal y facial denotan enojo, él sonríe.

Puede estar hablando de desabasto de medicamentos, de medios fifís, del avión presidencial, del estancamiento económico, él sonríe. No “macha”, no checa, no resulta lógica la combinación de temas caracterizados por la gravedad y su sonrisa.

Yo no soy profesional de la salud mental, pero esa sonrisa socarrona me parece preocupante. Recuerdo que, en una mañanera, en Quintana Roo, una periodista expresó “ante una situación lacerante —le dijo— nosotros vemos que usted está manejando tanto optimismo, cuando nosotros estamos en una situación, realmente, de emergencia”.

La sonrisa presidencial fue evidente en el incidente del jueves pasado cuando, en la mañanera, una periodista (Isabel González) acusó a una persona que asiste a Palacio con ese mismo carácter, de desear que le “metan un balazo”. Ante el planteamiento, AMLO propuso el perdón y la reconciliación y aunque mencionó la vía legal, propugnaba por el perdón. En su intervención la sonrisa, insisto, estuvo en su rostro.

La disonancia en la comunicación verbal y corporal, en estos casos, denota la falta de empatía del jefe del ejecutivo ante situaciones concretas que exigirían, eso, una manifestación congruente no solamente desde el punto de vista de lo que expresa, sino alineada con la función que el presidente tiene, social y políticamente.

Este lunes (9 de marzo) volvió a sonreír ante cuestionamientos que demandaban, digamos, serenidad. Andrés Manuel López Obrador, como titular del Poder Ejecutivo, mantiene y debe sostener un liderazgo, sin embargo, si nos atenemos a las premisas de quienes estudian estas características de la personalidad, uno de los puntos medulares de un buen líder, es la asertividad en la toma de decisiones que va acompañada de un modelo de comunicación verbal y no verbal coherente. Falta de asertividad y fallas en su comunicación verbal (habla mucho e improvisa) y no verbal (su sonrisa burlona y su cara de fastidio y/o enojo) empiezan a pasarle la factura. No son pocas las personas a las que molesta su sonrisa permanente.

© 2019 Rafael Orozco Flores. Creado con Wix.com

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